
Saliendo del baño
Salir de los abismos de cada cual es a veces un sendero inhóspito y extraño… A menudo la pulsión, disfrazada de particulares maneras, vuelve a empujar en su lado más siniestro, secuestrándonos y llevándonos a esos lugares donde extraños sentires toman el mando y nos dirigen por despeñaderos que, aunque conocidos, no dejan de ser cautivantes…
Lacan decía: “La pulsión es un eco, de un decir (del otro) en el cuerpo”.
En definitiva huellas de nuestras relaciones primarias que funcionan en un régimen autónomo y brutal… restos no simbolizados que como un huracán lo desbaratan todo en su empuje estrellándonos contra el otro y buscando coartada para justificar lo que sentimos. En realidad, la herida empieza y termina en nosotros. Aquello que más nos duele en la relación con e otro, son las heridas más profundas que pulsan salvajes poniéndonos contra las cuerdas… lacerando a quemarropa.
Conocerse aporta algo, la posibilidad de salir antes del pozo, de recordar los caminos de vuelta a casa… de relativizar, de simbolizar… aunque eso no sea antídoto suficiente para el empuje siniestro de un cuerpo que habla por sí solo.
Aún así… es preciso levantarse… hacerse cargo de lo que le lanzamos al otro y buscar la senda del deseo, que siempre implica aceptar límites y realidades, aunque la vida se vuelva un poco más cutre.

